No es usual ver una imagen similar, ver dos monos jugando en el techo de la vieja casa de madera. La imagen era divertida, no recuerdo haber tenido una experiencia de similar alegría en años, esa imagen en mi cabeza aún la tengo, la añoro de vez en cuando. La vieja casa de madera estaba ubicada cerca del arroyo, rodeada de frondosos arboles que verdes daban una sombra muy oscura al lecho de pasto y flores que la rodeaban. El viento solía jugar con las ramas, las hacía silbar, y el ruido de las hojas acariciaba cualquier melodía que los pájaros quisieran cantar. La casa estaba alejada de la ciudad, estaba casi escondida entre el viejo bosque y el riachuelo casi seco. La mañana se prestaba a la alegría del juego, ambos monos solían pasar por la casa después del amanecer en busca de comida fresca, ansiaban ver dónde quedarían los restos del desayuno, o simplemente recogían algunos frutos que caían del viejo cerezo que era verde testigo de la historia de la casa. El juego de la maña...
Soy investigador en salud global, me formé como tecnólogo médico y me entrené en enfermedades infecciosas y tropicales. Disfruto de mi familia, gusto de viajar y conocer gente, tengo mi martes casual y mi jueves de patas, soy fanático de mi trabajo y me divierte enseñar. También, soy adicto al café en todas sus versiones y suelo, de vez en cuando, ponerme a escribir.