Una buena compañera es la pizarra, junto con la tiza o los plumones, son los amigos que siempre están allí contigo, te ayudan a brindar la oportunidad de que tus alumnos puedan seguirte, son el mural de las palabras que se grafican en cada conversación.
Los alumnos son como los hijos que uno quiere ayudar a crecer, serán tu reflejo si aprenden mucho y tu martirio si no aprenden nada; serán siempre tu mejor carta de presentación, aunque también puede ser la peor manera de decirle al mundo lo malo que eres. En este mundo tan selectivo, se ha vuelto una prioridad elegir al alumno de mejor calidad para guíarlo y enseñarle, no se puede masificar la enseñanza como en tiempos antiguos, ahora hay que focalizarse en aquellos que realmente tienen la vocación y la dedicación para aprender.