Quien no recuerda sus días de infancia, cuando la calle era el patio de juegos. La norma de los 70 y 80 era jugar con piedras, ya sea al fútbol con dos rocas de arco o al trompo con una piedra para quitar la punta del clavo; y las canicas, compañeras inseparables de bolsillo. Época bonita y emocionante. Como no recordar los yankes, si esas sandalias inacabables hechas de llantas viejas, con esas hasta se iba al colegio y la vergüenza era un sentimiento ajeno que nisiquiera estaba ligado a como te veías; mi madre solía decir: vergüenza se tiene para robar! Sabia frase que hoy en día ni se espera.
Recuerdo a mis amigos, la manchita con la que crecí. Jugando a la pelota con Denis, Juaneco, Hugo, Juan, Freddy, Kuke, Milton, Roberto. Y las chicas aquellas con las que alguna vez sonreímos con picardía pensando en lo atractivas que se iban volviendo, Rosario. Nena, y Flor; también las hermanas Yolanda, si buenos tiempos.
Esos amigos se quedaron en el camino, unos crecieron y ahora son abuelos y padres, otros se fueron y nunca volvieron. Algunos están aún en el mismo barrio y en la misma onda.
Lo que mas añoro era la libertad con la que crecimos, en medio de una época manchada por la sombra del terrorismo y la turbulencia política, acompañados del hambre del primer gobierno aprieta; era menos peligroso que hoy, creo que nos hemos vuelto más aprehensivos hoy. Henos ganado desconfianza tanta que hasta jugar con trompos da miedo y las canicas, escucho madres que ahora las tiran pensando que sus hijos las tragaran. El miedo a la libertad nos ha ganado el espacio para sonreír como antes, como tendría que ser.
Hoy jugué a los trompos con mis hijos, los vi reír y divertirse con tanta naturalidad. Y mientras yo les enseñaba unos trucos con la huaraca, los vecinos miraban y pensaban, seguro no tiene celular para jugar por eso juega trompo.
El nuevo normal es usar una mascarilla o un respirador, la epidemia de COVID-19 nos cambió la forma de ir a trabajar, y la forma de trabajar más aún para aquellos que proveen servicios de salud. No estamos en Arabia, estamos en Perú, pero para protegerse nuestra tecnóloga (Foto Izq. cortesía de Lic. TM. Cecilia Rojas) usa un pañuelo sobre la cabeza, anteojos y un respirador sofisticado al salir de su casa. Ella como muchos otros tecnólogos, se exponen cada día atendiendo personas infectadas con SARS-CoV-2, y muchas que podrían también estarlo. Toman muestras, no solo para COVID-19, también para muchos otros exámenes, sobretodo en pacientes hospitalizados graves. Muchos de estos pacientes tienen varias muestras al día para monitorear su estado clínico, eso incrementa la exposición de nuestros tecnólogos. Además, luego en el laboratorio deben procesar esas muestras, centrifugándolas, observándolas al microscopio y hasta cultivándolas. Todos estos procesos implican varios riesgos, pero...