Lima ha sido horno este verano, innegable, febrero de 2017 se ha sentido tan caliente que la sensación de sofocación, el sudor en la frente de cada caminante, y la humedad de la ropa de aquellos en habitaciones cerradas, ha incomodado al más fresco de los que sobrellevan con paciencia las inclemencias del clima. Lima es también un gran bloque de cemento y concreto, con casas rodeadas de vidrios y ventanas brillosas, paredes raídas por el paso de caminantes y jardines secos en medio del polvo ambiental que recorre la ciudad, llevado por el escaso viento de la costa peruana.
Caminar al mediodía puede ser una odisea para cualquier moribundo ciudadano, si moribundo ciudadano, esos que mueren en la desesperación de su rutinaria vida.
Este mediodía fue particular, el aire estaba tan caliente como un horno de panadería antigua, las plantas parecían doblegarse ante el brillo imponente del sol, pocas flores adornaban el renovado parque, y entre tantas personas que iban y venían, se me ocurrió observar las plantas, observar a la gente que pasa y de pronto descubrí una mariposa azul.
Era mediana, cabía en la mano de un niño pequeño, volaba de planta en planta buscando néctar probablemente, pero con el calor, las plantas no sólo lucían, si no de seguro estaban deshidratadas. Se veía un insecto delicado, frágil, perdido, era una mariposa en medio de casi nada, temerosa del fuego solar que la acariciaba, pero su brillante color azul era resaltado por los rayos del sol. Su azul era intenso, destacaba entre cualquier azul que yo hubiera conocido o visto antes.
Me acerqué, la miré de cerca, estaba sobre un geranio viejo, casi seco. Vi sus alas, delicadas, abiertas, tenía manchas oscuras, marrones por todas partes, manchas negras también, cada mancha se alucinaba un lunar que le daba más vida al azul marcado.
Me atreví a poner mi mano cerca, quería saber si ella podía saltar sobre mis dedos, traté de tomarla suavemente y ella confió, lo hizo aleteando, se poso sobre mi meñique, levante la mano y me senté en la banca en medio del parque. Allí nos amistamos, fue un juego de miradas y aleteadas, yo veía como mi pequeña mariposa azul, se movía con el viento sobre mis dedos, mientras observaba cada detalle de su pequeño cuerpecillo, no sé si ella lo hacía, pero sentía que me observaba, la pequeña mariposa azul había encontrado un amigo.
se me ocurrió darle agua, si, tome la botella de agua que bebía en mi camino a la oficina, y deposité unas gotas en mi dedo anular, junte mis dedos tratando de acercar el agua y sedienta imagino, mi pequeña mariposa saltó sobre la brillante gota de agua y agitó sus antenas, las humedeció y su pequeño esqueleto se inclinó hacia mi húmedo dedo. fue una sensación grandiosa, ella gustaba de mis dedos, húmedos y tibios, parecía sentirse segura y libre.
Los minutos pasaron, mi hora de almuerzo había acabado, la música en mi teléfono cesó y la mariposa voló a su geranio nuevamente.
No la he vuelto a ver, ¿dónde andará?, solo la naturaleza lo sabe. Lo que sí sé, es que una mariposa azul se cruzó en mi camino, la tomé con alegría y ella me recibió igual, le dí de beber y me dio la belleza de sus coloridos tonos. Ahora la imagino danzando entre flores y plantas, y seguro que entre néctar y néctar, estará embriagada de dulzura y alegría.
Caminar al mediodía puede ser una odisea para cualquier moribundo ciudadano, si moribundo ciudadano, esos que mueren en la desesperación de su rutinaria vida.
Este mediodía fue particular, el aire estaba tan caliente como un horno de panadería antigua, las plantas parecían doblegarse ante el brillo imponente del sol, pocas flores adornaban el renovado parque, y entre tantas personas que iban y venían, se me ocurrió observar las plantas, observar a la gente que pasa y de pronto descubrí una mariposa azul.
Era mediana, cabía en la mano de un niño pequeño, volaba de planta en planta buscando néctar probablemente, pero con el calor, las plantas no sólo lucían, si no de seguro estaban deshidratadas. Se veía un insecto delicado, frágil, perdido, era una mariposa en medio de casi nada, temerosa del fuego solar que la acariciaba, pero su brillante color azul era resaltado por los rayos del sol. Su azul era intenso, destacaba entre cualquier azul que yo hubiera conocido o visto antes.
Me acerqué, la miré de cerca, estaba sobre un geranio viejo, casi seco. Vi sus alas, delicadas, abiertas, tenía manchas oscuras, marrones por todas partes, manchas negras también, cada mancha se alucinaba un lunar que le daba más vida al azul marcado.
Me atreví a poner mi mano cerca, quería saber si ella podía saltar sobre mis dedos, traté de tomarla suavemente y ella confió, lo hizo aleteando, se poso sobre mi meñique, levante la mano y me senté en la banca en medio del parque. Allí nos amistamos, fue un juego de miradas y aleteadas, yo veía como mi pequeña mariposa azul, se movía con el viento sobre mis dedos, mientras observaba cada detalle de su pequeño cuerpecillo, no sé si ella lo hacía, pero sentía que me observaba, la pequeña mariposa azul había encontrado un amigo.
se me ocurrió darle agua, si, tome la botella de agua que bebía en mi camino a la oficina, y deposité unas gotas en mi dedo anular, junte mis dedos tratando de acercar el agua y sedienta imagino, mi pequeña mariposa saltó sobre la brillante gota de agua y agitó sus antenas, las humedeció y su pequeño esqueleto se inclinó hacia mi húmedo dedo. fue una sensación grandiosa, ella gustaba de mis dedos, húmedos y tibios, parecía sentirse segura y libre.
Los minutos pasaron, mi hora de almuerzo había acabado, la música en mi teléfono cesó y la mariposa voló a su geranio nuevamente.
No la he vuelto a ver, ¿dónde andará?, solo la naturaleza lo sabe. Lo que sí sé, es que una mariposa azul se cruzó en mi camino, la tomé con alegría y ella me recibió igual, le dí de beber y me dio la belleza de sus coloridos tonos. Ahora la imagino danzando entre flores y plantas, y seguro que entre néctar y néctar, estará embriagada de dulzura y alegría.