Esta
semana culminé las clases que dicté en una universidad privada, sobre
interpretación de pruebas de laboratorio. El curso lo planeé intenso, interactivo y
divertido, como me gusta que sea la docencia universitaria. Me pidieron como
profesor invitado que organizara el curso de acuerdo a los lineamientos de la
universidad, pero con la libertad de adicionar cambios para mejorar la dinámica
de los estudiantes. Cómo cursos anteriores en otra universidad, mi enseñanza
estuvo basada en la conversación e interacción permanente con los estudiantes,
como profesor, una cosa que me funciona y creo no equivocarme, es liderar el
grupo por el camino de la transmisión, búsqueda y análisis de conocimiento, en
grupo. Como líder del aula, esa ha sido mi tarea, pero como líder y profesor,
debo decir que esto hoy en día es una tarea por demás difícil. He aprendido que
el sistema del cual yo aprendí hace 20 años, el mismo que estaba basado en
tener al menos un libro de texto por cada curso, ya no funciona más, no porque
no sea útil, si no por que los alumnos de hoy ya no usan libros de texto
y muchos profesores han reemplazado los mismos por diapositivas insulsas, qué
en teoría (y debería ser también en la práctica) solo son una guía de clase, y
no un material de referencia textual.
No puedo imaginar, tampoco he podido digerir, la idea de un estudiante
en el último año de universidad, en una carrera que implica el uso de
tecnología, no estar al día de los avances de la misma, tampoco imagino, ni
digiero nuevamente, que dicho estudiante no tenga las bases del desarrollo de
la tecnología en su cabeza. He visto, como ávidamente, cada estudiante, ante el
reto de cualquier pregunta, recurre rápidamente a su teléfono inteligente a
buscar la respuesta, entonces me pregunto, ¿Y los libros de texto?
Los libros de texto son, así los entiendo, una herramienta indispensable
en la formación de cualquier profesional, nos dan un resumen, una idea, una
aproximación de todo aquello que se debe conocer para profundizar luego en un
tema específico. No puedes pretender, por ejemplo, aplicar herramientas modernas de diagnóstico
microbiológico basado en agares de crecimiento rápido con lectura veloz en
equipos de generación última, si no sabes que bacterias existen, como se
clasifican, cuál es su metabolismo y sobretodo, qué ciencia hay detrás del
equipo con el botón "play".
Mi análisis, me lleva a la conclusión que la lectura esta subvaluada (o
quizá sobrevaluada, a un nivel tan alto, que es inalcanzable para muchos). Leer
para aprender, para conocer, no es una prioridad. Ni siquiera se lee para tener
un marco de aprendizaje. Preguntarle a un alumno si tiene o ha leído el Koneman
de microbiología, o la bioquímica de Harper o Stryer, es como preguntarle si
fue a la luna, inalcanzable. Me deja dudas la formación actual en muchas universidades,
para algunas profesiones, si el alumno aprueba sin leer un sólo libro, ¿Qué es
lo que está aprendiendo? Parece que la respuesta es, sólo aprende lo que el profesor
habla o dice, y qué a ciencia cierta, no sabemos si es verdad teórica, o simplemente,
verdad fruto de la experiencia práctica del profesor, muchas veces basada en evidencia inútil.
Nuestra misión como profesores universitarios es enseñar a generar
conocimiento, y esto no se logra disminuyendo la carga de conocimiento que se
comparte en una clase o curso, esta se debe ampliar, esto es obviamente cierto,
nuestro conocimiento global aumenta, se multiplica cada día, entonces no es
posible, que disminuyamos la carga lectora en nuestros estudiantes. Estoy
convencido, que los estudiantes universitarios, deberían digerir al menos un
buen y gran libro de texto por curso, lo ideal sería por capítulo de curso, si
no estamos en ese nivel, Dios nos salve de los profesionales que tendremos en
el futuro. Nuestro nivel de crítica aumenta con la lectura, nuestro nivel de
diversidad varía y crece con la lectura, nuestro conocimiento e interpretación
de la realidad, se desarrolla con la lectura, entonces, que esperamos para
fomentar a nuestros estudiantes a leer. La intensidad y exigencia de un curso,
se debe medir no por el porcentaje de asistencia, si no por el nivel de crítica
constructiva alrededor del conocimiento compartido en clase.