Esta semana hemos quedado chocados con la noticia de qué una joven
fue atacada por un acosador, el cobarde ataque fue en un bus de transporte
público. El atacante arrojó gasolina sobre su víctima y le prendió fuego, hoy
ella tiene quemaduras severas en más del 60% de su cuerpo y ha quedado, por
supuesto, desfigurada por el resto de sus días. Hace unas semanas vimos con
estupor como el atacante de una mujer, a quien arrastró de los cabellos en la
recepción de un hotel en Ayacucho, salía libre después de meses de batalla
legal, a pesar de los videos, que por sí solos evidenciaban la brutal acción,
el hecho quedará impune. Estos, no son casos aislados, hay un problema en
nuestra sociedad. Todos hablamos de machismo y sexismo, y al final, como la
mayoría de personas atacadas y violadas son mujeres, el problema son los
hombres, es la voz popular. El problema creo yo, es la sociedad en sí. Hace
unos años, en una reunión social, ví y escuche como una madre aleccionaba a sus
hijos para el futuro, ella tomo por encima del pantalón el pene de su niño
menor de 10 años, mientras decía a todos los asistentes cercanos -A cuántas
pendejas hará feliz este pajarito, vas a ser un galanazo gordito-. Yo le
increpé, recuerdo, -porque le habla así a su hijo, porque no toca también a su
hija y le dice lo mismo-. Ella por supuesto se molestó, y me dijo, -los hombres
son diferentes, los hombres son mujeriegos y las mujeres no, las mujeres son de
su casa-. Cuando una mujer califica de mujeriegos a sus hijos, a sus
hermanos, a su marido o a cualquier otro varón, le está diciendo no solamente
que gusta de tener más de una mujer, creo que le está diciendo, yo apruebo tu
conducta y así debes comportarte. Cuando una mujer califica a sus hijos como
machos, les están diciendo que mandan, que con su fuerza, con su sexo pueden
dominar a las mujeres. Cuando una sociedad le dice a un varón que todo lo que
compra, produce, vive y quiere, está relacionado a una mujer, entonces él
siente que con ella puede hacer lo que quiera, que es un producto y no una persona.
Los varones por su lado, no se
comportan como animales, muchos no llegan a eso siquiera, es algo más bajo lo
que su conducta expresa. Es común ver sátiros en buses, calles, centros
comerciales que ante la presencia de una mujer cualquiera que esta sea voltean
o bajan la mirada, con la sola intención de buscar mirar el trasero de las
feminas o su parte delantera, con el objeto de qué?, de imaginarse nada más.
Cuándo empieza esto?, empieza en la niñez, los mayores les enseñamos a los
menores a mirar, somos los padres los que azuzamos esta conducta inapropiada y
desencajada, y el marketing moderno nos ha educado que el cuerpo de la mujer ya
no es santo, sino que es sacrilegiable y lo hemos asociado con cosas que ni
siquiera tienen que ver con el cuerpo de una mujer en si. Nada más vean en la
carretera Panamericana propaganda de chicas en bikini al lado de un ladrillo,
no pues, no hay nada más bajo que generar ese deseo enfermizo, que si bien no
está justificado, es alentado desde el comercio moderno.
Nuestra sociedad carece de cultura sexual de respeto, no sólo porque no hemos establecido el tema de igualdad basada en derechos más allá de la diferencia sexual biológica, si no que no hemos podido dejar de tratar a la mujer como sujeto débil. Si la tratáramos como igual, otra sería la historia, el fuerte, o el que se cree fuerte, no tendría a quien atacar, nuevamente, esto se le debe enseñar al niño y niña.
El entorno familiar ha sido y lo es aún, un espacio de riesgo para los niños y niñas, más del 80% de violaciones se dan en el entorno cercano a la familia. Educar a los niños y niñas para que alerten, conversen, denuncien, es importante, pero los padres no lo hacemos, por el contrario les enseñamos a nuestros niños a callar. Es fácil ver padres que les dicen a sus niños a pesar de que tienen la razón, -cálmate, tranquilízate, cállate, es tu tío, tu hermano, tu vecino, es mayor, es visita, entre otras y punto, él tiene la razón y tu eres niño/a no tienes derecho a reclamar-; allí es dónde empieza ese adoctrinamiento para ser abusado, vejado, maltratado y como sucede y lo vemos, violado y hasta quemado.
Nuestra sociedad carece de cultura sexual de respeto, no sólo porque no hemos establecido el tema de igualdad basada en derechos más allá de la diferencia sexual biológica, si no que no hemos podido dejar de tratar a la mujer como sujeto débil. Si la tratáramos como igual, otra sería la historia, el fuerte, o el que se cree fuerte, no tendría a quien atacar, nuevamente, esto se le debe enseñar al niño y niña.
El entorno familiar ha sido y lo es aún, un espacio de riesgo para los niños y niñas, más del 80% de violaciones se dan en el entorno cercano a la familia. Educar a los niños y niñas para que alerten, conversen, denuncien, es importante, pero los padres no lo hacemos, por el contrario les enseñamos a nuestros niños a callar. Es fácil ver padres que les dicen a sus niños a pesar de que tienen la razón, -cálmate, tranquilízate, cállate, es tu tío, tu hermano, tu vecino, es mayor, es visita, entre otras y punto, él tiene la razón y tu eres niño/a no tienes derecho a reclamar-; allí es dónde empieza ese adoctrinamiento para ser abusado, vejado, maltratado y como sucede y lo vemos, violado y hasta quemado.
Otra sería la historia si
además nuestras autoridades hicieran las cosas correctas, es decir hicieran el
trabajo para el cuál nosotros les pagamos el sueldo. si, otra sería la
historia. Yo como ciudadano le doy permiso a los policías, aquellos policías
que viven de mis impuestos, que reciben sueldo del estado al cuál yo le pago
mis impuestos, si a ustedes policías los autorizo a disparar y matar a todos aquellos
violadores al momento de capturarlos, sin preguntar, no son necesarios los
juicios, esa gente no vale ni mierda. Mátenlos, y si alguien los acusa de
asesinos, ustedes policías digan que fue en defensa propia, pero no los dejen
vivos, no los necesitamos.
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